lunes, 5 de octubre de 2009

Arcillas para vidriado de sal

El vidriado de sal tiene lugar porque el sodio es un fundente muy activo que actúa sobre la sílice de la arcilla formando una capa de aluminosilicato de sodio. Esto sólo es posible a una temperatura relativamente alta, ya que la sal no se descompone por debajo de 1.120°, pero no se volatiliza realmente hasta por encima de 1.160°. El procedimiento se presta por su naturaleza a las arcillas del tipo de las de gres, especialmente a las que tienen un alto contenido de sílice.
Requiriéndose una temperatura superior a 1.160° para obtener dicha reacción. En la práctica, el vidriado que se produce a esta temperatura es bastante delgado y si sé continúa la cocción (introduciendo sal a intervalos a partir de 1.160°), el cuerpo de arcilla puede ablandarse considerablemente a medida que la reacción penetra en profundidad. Por esta razón, el vidriado de sal se limita a temperatu­ras ligeramente inferiores a la vitrificación del cuerpo y se continúa a intervalos hasta que se consigue la vitrificación sin deformación. La capa de barniz se controla mediante muestras de pruebas y el reflejo de una barra o varilla de metal.
Se ha comprobado que las arcillas que mejor responden al vidriado son las que contienen un 60 por ciento de sílice y un 20 por ciento de alúmina. El 20 cierto restante puede ser una mezcla de materiales cerámicos y óxidos asociados que varían de una arcilla a otra. El hierro tiende a rechazar el sodio depositado sobre la arcilla, por lo que cuanto menor sea el contenido en este material del cuerpo, más suave y brillante será el vidriado. Las arcillas de grano grueso, como las que contienen chamota, y aquellas en las que la sílice está distribuida irregularmente, como las que contienen arena, producen una textura áspera.
Las arcillas con una cantidad excesiva de sílice tienden a resquebrajarse al enfriar debido a que el cuarzo alfa revierte a cuarzo beta a 573° y la cristobalita a cristobalita alfa a aproximadamente 220°.

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